jueves, 19 de febrero de 2015

Mala semilla

Mala semilla
Por Carlos Rodríguez

Tenía 14 años y recuerdo vívidamente su aspecto. Era un niño extraño en todos los sentidos. Su piel blanca se marcaba con pequeñas arterias y venas. Su rostro estaba lleno de minúsculas rayas color rojo y azul obscuro. Su pelo era lacio y negro. Y sus ojos eran del más obscuro de los negros. Tenía una mirada anómala. No correspondía a la mirada de un niño de 10 años.

La Sra Felipa, platicaba, que cuando era bebé, no lloraba. Comenzó a hablar a los 4 años, pero muy poco. Sin embargo, su modo de hablar era peculiar, singular. Su dicción perfecta y su gramática desarrollada. Denotaba una alta inteligencia, lo cual causaba temor en su propia madre. Creció delgado y enfermizo. Las infecciones y artritis lo hacían caminar lento como un viejo.

Nunca sonreía. Rara vez salía de su casa y rara vez miraba directo a ti. Era el "rarito" del vecindario. Le decían el Zombie o el Vampirín. Su mamá nunca pudo acomodarlo en ninguna escuela. Desde el Kinder se negaba a participar en casi cualquier actividad. Sólo se le veía deambular en los recreos y dibujar en la tierra con una rama. Y algunas veces hablaba sólo.

Una vez llegó su mamá llorando buscando a mi mamá. Me dijeron que me retirara, pero me quedé escuchando a escondidas. Y entonces me enteré de cosas todavía más extrañas. Doña Felipa platicó que Francisco era producto de una violación. Un día regresando del trabajo y caminando por un paraje solitario, unos sujetos ebrios y drogados la jalonearon y la llevaron a un baldío. Por turnos la violaron y golpearon. Horas después, ya en la madrugada, pudo levantarse. Unos vecinos la encontraron y la llevaron al hospital.  Pero le dió tanta vergüenza lo que había pasado, que los doctores no supieron que había sido atacada sexualmente. Por lo que no se le practicó ningún legrado  o control preventivo. Ella pensó que no pasaría nada. Traumada y confundida regresó a su casa y no le platicó ni a sus papás, con quienes vivía, lo que había sucedido.

Siete meses después nació Francisco. Y ella y sus papás aceptaron con resignación la llegada del nuevo bebé. Los papás asumieron que algún novio la había dejado embarazada. No era gente de pleitos, así que se quedaron callados.

La razón por la que Doña Felipa venía tan alterada era que había encontrado sin querer un cajón lleno de dibujos y pornografía. Además, el niño tenía objetos extraños y botes de cristal con órganos de animales en lígquidos turbios. Corazones, hígados, tripas. Pero no supo decir de que animales. Tenía cabello
organizado y amarrado con cordeles. Tenía, en otros botes, pelo púbico. Y el niño todavía no entraba en la pubertad. Había también, velas de varios colores y una especie de altar con un pentagrama con una cabeza de cabra dibujada en su interior.

Los dibujos eran perturbadores, aunque no sabía decir por qué. Pentragramas, espirales, triángulos, signos raros llenos de pequeños ornamentos al modo barroco. Y todo codificado como en una especie de lenguaje. Decía que el niño hacía estos dibujos desde los 2 años, sólo que más rústicos. Ahora eran elaborados y perfectamente ornamentados. Junto a los símbolos había nombres como Azazel, Baal, Mazatiel, Ekumiel, Itzhomarath y otros nombres que no recordaba. Y Doña Felipa sabía que estos nombres aparecían en la Biblia como demonios enemigos de Jehová.

Mi mamá la tranquilizó lo mejor que pudo. Le dijo que quizá había leído o visto alguna película con esos símbolos y nombres. Doña Felipa le dijo que el niño nunca veía la tele. Sólo salía de su cuarto para comer y ocasionalmente al patio. Que ya lo había sorprendido en el patio varias veces haciendo cosas extrañas. Cuando esto sucedía, el niño la ignoraba, dejaba de hacer loa que estaba haciendo y se metía a su cuarto.

También comentó que el niño a veces manoseaba a las muchachas del aseo. Que tenía erecciones y su mirada en general, hacia todo el género femenino, era de lujuria. Algunas de ellas lo acusaron de hacerles insinuaciones sexuales. Y otras de plano dejaban de trabajar en esa casa sin decir por qué. Era evidente que era muy precoz.

Intrigado por todo lo anterior, comencé a espiar a este personaje. Una noche vi por mi ventana que dentro de su patio se veía humo y luz de algún tipo de fogata. Me salí de la casa y me trepé al techo. Eran las 2 de la madrugada. Desde ese ángulo, se veía claramente su patio y lo que estaba haciendo. Tenía un círculo con un pentagrama en su interior, hecho con algún tipo de polvo blanco. En cada punta del pentagrama parecía haber un amuleto u órgano. Estaba muy lejos para distinguir. También había varios símbolos en su interior. Dentro del pentagrama tenía una pequeña fogata. Y mientras permanecía fuera del círculo, dibujaba símbolos en el aire y murmuraba. Su mirada era más obscura de lo normal. Su aspecto más terrorífico. Tenía puesta una gabardina larga de color negro y arrojaba algunos objetos al centro de la fogata.

Repentinamente vi unas sombras en el fondo del patio y luego se atravesaban a la fogata. El subió el tono de sus invocaciones en algún lenguaje desconocido. Varias de las sombras se metieron en su cuerpo y vi como se deformaba como en una ondulación.

Mientras estaba aterrorizado por lo que veía, de reojo vi un movimiento. Volteé rápidamente, pero no había nada. Regreso la mirada hacía el patio de Francisco y ahora me miraba directamente y sus ojos eran de un negro profundo y maligno. Un temblor involuntario me invadió y como pude bajé del techo y me metí directo a mi cuarto y a mi cama. No quería saber más de Francisco, sobretodo porque me había sorprendido espiándolo.

Fue entonces cuando comenzaron las pesadillas.

En un tiempo y un lugar no identificables veía una choza con infinidad de amuletos y símbolos en la entrada. Luego el interior. Un hombre hacía una invocación. Un pentagrama y una piedra en el centro. El sujeto saca de un cuarto a un niño pequeño, amordazado y llorando. Lo coloca en la piedra y el brujo comienza a hacer dibujos en el aire. Sombras alrededor y una figura amorfa aparece arriba del niño. El sacrificio de un hijo, para prolongar su presencia en la Tierra. El intercambio de una vida de un ser amado por la magia de la reencarnación. Los libros de Magia Negra decían que era una manera de evadir el Karma. El brujo saca un cuchillo y lo clava en el corazón del niño. Luego abre su pecho y abdomen, extrae diversos órganos y los coloca en las puntas del pentagrama. Bebe un poco de sangre del niño y marca su frente con un segundo pentagrama. Come un poco de tejido de corazón. Coloca leña en los alrededores de la piedra y enciende una gran fogata.

Dos días después el brujo muere asesinado y el demonio lo implanta en un cigoto. Cigoto producto de una situación especial y en circunstancias especiales.

Dentro de tanta pesadilla y por el temor a la mirada del niño , me volví un experto en evadirlo. Un día no lo logré. Justo cuando iba a cruzar una calle, estaba frente a mí. Me miró directo a los ojos y sonrió. Casi quedé paralizado. Hizo un dibujo en el aire y a causa del terror, corrí hacia el otro lado de la calle. Escuche un golpe de metal y un carro se avalanza hacia la banqueta. Sentí una mano en mi espalda que me jaló con fuerza hacia atrás. Justo lo necesario para que el carro pasara de largo y se impactara en un poste. Una viejecita de ojos dulces me dijo: "Dios está contigo hoy". Busqué rápidamente a Francisco del otro lado de la calle, pero ya no estaba.

En algún momento en los siguientes meses Francisco desapareció y la pesadez del vecindario regresó a la normalidad. No sabíamos que pasaba. Su mamá tampoco estaba.

Dos semanas después, Doña Felipa apareció y nos avisó que Francisco había fallecido. Que hacía unos cuatro meses se le había diagnosticado esclerosis múltiple. Dejó de caminar y fue hospitalizado.

Con una sombra todavía sobre su ser, Doña Felipa nos platicó que que en una plática con el especialista, se le dijo que sufría de esclerosis múltiple y que era una enfermedad degenerativa y mortal. Franisco hizo un gesto de coraje, dibujo algunos símbolos en el aire y luego hizo un rictus de dolor, grito algo ininteligible y murió con los ojos abiertos, sentado y con un brazo paralizado en el aire. Una ventisca fría corrió por el cuarto y luego el brillo del cuarto cambió, se volvió más claro. Dejó de oler extraño y sólo se distinguía el olor del alcohol.

En ese momento el hospital sufrió un temblor misterioso que sólo repercutió sobre algunas cuadras a la redonda. Afortunadamente, no hubo víctimas. Sólo Francisco.

Una historia verídica que puedo testificar ahora de adulto.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario